(Santo peruano. Patrono del Episcopado Latinoamericano)
Nació en Valladolid, España, el 16 de noviembre de 1538. Cansado y afiebrado, murió en Zaña, Lambayeque, el 23 de marzo de 1606, un Jueves Santo, en plena evangelización, predicando y consolando a los pobres.
Hombre de gran sabiduría, llegó a Lima el 11 de mayo de 1581 a los 42 años de edad sucediendo en el cargo a Jerónimo de Loayza, primer Arzobispo de Lima.
Un gran reformador. En esa época, la Diócesis limeña se extendía por América y el Caribe; la geografía, las diferentes razas, un clero descarriado, las intromisiones del virrey, etc., lo obligaron a realizar una reforma con celo, prudencia y sabiduría. No fue nada fácil organizar y administrar su vasta diócesis, enderezar los caminos de los clérigos y pelearse con las autoridades civiles tratando de imponer justicia….
Escudriñó las Escrituras para descubrir al verdadero Cristo, por eso veló osadamente por los indios: “Las autoridades deben reprimir todo abuso con los indios para que no los traten como a esclavos sino como hombres libres”. “Que sus casas tengan mesas y camas, que no parezcan corrales de ovejas sino moradas de hombres”.
Ordenó que los sacerdotes aprendieran los idiomas de los indios. Él mismo predicaba en quechua, y hablaba el guajivo, el guajoya y el tunche. Editó el catecismo en castellano, quechua y aymara, uniformando no solo las expresiones de la fe, sino también la unidad cultural de todos los pueblos de Sudamérica.
Era obispo para su pueblo, extremadamente casto y con gran dominio en el trato con mujeres, jamás cobró por su oficio pastoral y sus pontificales.
Además de los insultos… tuvo que desafiar los peligros mortales a que se expuso en sus andanzas pastorales. Anduvo más de 40.000 kilómetros.... Soportó de todo por el Señor: el calor intenso o el frío que entumece…, las heladas, el hambre y la sed… “y así arrear para adelante, hasta ese pueblo que no podía quedar desamparado....” Durante la peste de viruela,… él entraba en las chozas, “sufriendo el hedor… por el celo ferviente de su caridad y amor”.
En una de sus visitas pastorales pasó por Quives y confirmó a una dulce y bella muchachita de 13 años a quien más tarde llamaríamos santa Rosa de Lima.
Si América del Sur goza de una comunidad de ideales espirituales y de fe, se lo debe a este hombre audaz y brillante que vislumbró el futuro maravilloso de estas tierras y de estos hombres, por eso fue capaz de imponerse a las inclemencias de la naturaleza y a los ataques de los hombres.
Siguiendo al auténtico Jesús, fue el primero en defender a los pobres, en hablar de la justicia y de la igualdad de los indios. El primero en defender su dignidad y sus derechos. Y los defendió, no cómodamente desde un escritorio sino con sus acciones y su vida. No teorizó sobre la pobreza de los indios, sino que la vivió con ellos como hermano y servidor. Sin esconderse en seudónimos, ni escudarse en inocentes, se enfrentó tenazmente a las injusticias de los poderosos y las denunció para acabar con ellas.
Santo del Perú pluricultural y de América india, con su ejemplar vida, en un país que necesita justicia, paz, trabajo y honestidad, podemos decir de él: TORIBIO EL GRANDE: ¡EJEMPLO INSIGNE DE SACERDOTE Y DE OBISPO
Por: Guillermo Mazzotti Touma
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